sábado, 16 de octubre de 2010

2492. Una odisea en busca del aire

Cuando a principios de año, Carlos Pallés, socio fundador de la operadora cultural Nortapolis, se puso en contacto conmigo para proponerme que realizara una fotografía sobre el aire, nada me hacía imaginar, lo que meses después, sería la fotografía que, hasta el momento, más trabajo me ha supuesto realizar.

Un concepto, tan amplio y abstracto a la vez, como el aire, llevado a una fotografía. Fotografiar la nada, buscar alegorías, ...

Las primeras imágenes que vinieron a mi mente hablaban del hombre y su relación con este medio, hablaban de la ausencia, de no poder respirar, de lo violento del hecho de carecer de él. A mi mente llegaron infinidad de escenas oscuras, de torturas cómo la de la toalla empapada sobre una cara, de caras cubiertas por máscaras antigas, de soldados de la primera guerra mundial protegiéndose del gas mostaza... había afrontado, sin pretenderlo, aquel reto, desde el horror. Comenzaba, sin quererlo, el proceso creativo.

Lo días fueron pasando, aprovechaba los viajes en tranvía, me quedaba una o dos paradas antes de mi destino para ensoñarme, en el paseo, en el objetivo marcado. Hablar del aire con una sola fotografía.

Los días grises y apocalípticos pasaron, quizás empujados por mi necesidad de fotografiar algo que me resultara bello, quizás empujados también por las personas, que desde el primer momento, había hecho partícipes de mis pensamientos en voz alta. Sea cómo fuere, empecé a dirigir mis ojos al aire cómo todo lo que está sobre nuestras cabezas, los aviones de papel no tardaron en invadirlo todo, el momento en que se lanza uno de éstos se convirtió en mi nuevo punto de enfoque, vinieron los primeros disparos, ya llevaba casi dos semanas en el proyecto y parecía que había encontrado lo que quería… y de pronto, fruto de la casualidad, fruto de tener un avión de papel en mis manos, llegó otra idea que lo invadió todo y que no dejo espacio para otro pensamiento. Recordé cómo había visto, cuando era pequeño, en la Bola de Cristal, a un mago, llenar un vaso de agua, ponerle un papel sobre el borde y darle la vuelta. Luego quitaba el papel, y el agua seguía ahí, sin caer. Todos sabemos como funciona nuestra cabeza, o sea, todos sabemos que a veces los pensamientos caen cómo si de una cascada se tratase. En milésimas de segundo, mi cabeza había convertido al avión de papel en un barco, lo había metido en el vaso con agua, le había dado la vuelta, lo había puesto sobre una mesa y le había dejado un poco de aire para que respirara, para que fuera su particular ecosistema, su volumen de aire de subsistencia para su último viaje. Y este pensamiento fue un flash, vino y se quedó. Un minuto más tarde me encontraba intentando llevar a la práctica tan rocambolesca escena y era posible, físicamente no había impedimentos que negaran la idea. De un solo barco se pasó a tres, la similitud con los tres barcos de Colón en su viaje a lo desconocido planeó sobre mi cabeza al momento. Ahora ya sólo quedaba montar el escenario para capturar en una toma todo aquel aluvión de ideas. Y eso de que sólo quedaba se convirtió en casi dos meses de más trabajo.

Los barcos ya estaban listos para el viaje pero iluminarlos se había convertido en un verdadero problema. Quería que navegaran por el espacio, ya tenía claro el título, mil años después, el hombre en busca de nuevos descubrimientos aya del espacio, 2492, una odisea en busca del aire. En todo momento había pretendido realizar una toma sin recurrir a un procesado muy amplio, quería algo limpio, un dialogo entre la escena y la cámara, lejos del ordenador. Por mi estudio pulularon multitud de fondos y combinaciones de luces, los vasos se resistían a ser fotografiados, se defendían con todos sus reflejos y mi paciencia se veía afectada a cada día que pasaba. De pronto y casualmente, como todas las ideas que han acompañado a este proyecto, pensé en eliminar los fondos y proyectarlos con un proyector de video conectado a un ordenador. Y esta fue la solución que sedujo a los vasos sacando lo mejor de ellos y recreando la escena pensada con la Vía Láctea. Luego vinieron las tomas, una semana más, hasta quedarme con la copia que más me sorprendió y que es ésta que les muestro.


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